Foto Pedro Vargas |
Santo Domingo.-Durante el día recoge cartones y galones usados que luego vende, espera que caiga la noche para tender su cama y descansar, pero antes trata de hacer sus necesidades fisiológicas en un baño que han improvisado en el lugar. Así es un día cualquiera en la vida de Porfirio Saviñón, quien desde hace tres años vive debajo del elevado de la Abraham Lincoln, en el Distrito Nacional.
Ya parece acostumbrado a la falta de privacidad y a estar sin las comodidades más elementales para un ser humano sobrevivir. En su pequeña casucha hecha de cartones y sábanas, sin energía eléctrica y a la intemperie, Porfirio, de 52 años de edad, espera que una mano amiga le ayude a salir de su situación.
Varias sillas plásticas rotas, un raído pedazo de colchón, prendas de vestir, una maleta, entre otras cosas, forman parte del entorno en que él sobrevive.
Narró que adoptó esta forma de vida desde hace tres años, luego de ser despedido de una empresa de productos comestibles y tuviera problemas con su progenitora, la cual terminó echándolo de la casa donde ambos vivían.
Foto Pedro Vargas |
"De ser una persona productiva y vivir cómodamente con mi madre pasé a ser un mendigo; ahora tengo que conformarme con vivir a la intemperie, rodeado de basura y con la mirada acusatoria de la gente, que entiende que las personas que vivimos de esta forma somos dementes o delincuentes", confesó.Explicó que encima de todas las precariedades en que se desenvuelve, debe soportar los abusos y maltratos que cometen los agentes de la Policía. "No se conforman con desbaratar y destrozar las cosas que tenemos, sino que también me dejan preso varios días, sin justificación alguna", afirmó.Hay otros seres humanos en situaciones similares. En el lugar también vive una pareja, la que con varios cartones y sábanas viejas trata de delimitar su espacio, como si fuera una pertenencia particular.Don Chichí, solo, minusválido de sus piernas, vejado, hace dos meses que fue abandonado por su esposa, quien se cansó de vivir en esas condiciones. Ahora depende de la caridad de los transeúntes, en su silla de ruedas en la intersección de la avenida John F. Kennedy con Abraham Lincoln. Vive allí desde hace más de tres años.Cuando el tránsito está fluido, las personas caminan de un lado a otro, algunos se solidarizan y donan cosas o dan dinero que sirve para el sustento elemental. Sin embargo, la realidad cruda se siente cuando se apaga el sol, y el tránsito ya no fluye con la misma normalidad, cuando se reduce el número de personas que cruzan por allí. Es el momento en que solo quedan Porfirio y Chichí, dos desconocidos que ahora los une la misma realidad: El abandono y la indigencia.Los grandes centros comerciales, el suntuoso Parque Temático, la enorme e imponente estructura que implica este viaducto, que visto desde abajo da una impresión de grandeza estructural, contrasta con la vida de estos seres humanos.
No quiere seguir viviendo así
Ante la situación de hacinamiento en que vive, Porfirio solicita a alguien que se conduela de su situación que le ayude a conseguir un triciclo para transportar los cartones y galones viejos que vende, para de ese modo conseguir su manutención.Asegura que con el triciclo transportaría mayor cantidad de cartones y, por ende, ganaría más dinero, lo que le permitiría pagar un lugar donde vivir.
No quiere seguir viviendo así
Ante la situación de hacinamiento en que vive, Porfirio solicita a alguien que se conduela de su situación que le ayude a conseguir un triciclo para transportar los cartones y galones viejos que vende, para de ese modo conseguir su manutención.Asegura que con el triciclo transportaría mayor cantidad de cartones y, por ende, ganaría más dinero, lo que le permitiría pagar un lugar donde vivir.
"Yo con mi triciclo puedo ganarme mis chelitos para pagar una habitación donde vivir", dijo.
Por Grecia Espinosa
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