lunes, 27 de mayo de 2013

El mundo de hoy reseña la conducta y los sentimientos del hombre que lo habita y que, comúnmente, es quien organiza y diseña los conflictos que le hacen padecer penas y sufrimientos. Como consecuencia de esto, se crean las incertidumbres y las apatías para sobrellevar penosamente la carga que otros colocan en las espaldas. Jesús nos enseña que seamos dóciles, humildes, y que cuando seamos abofeteados en una mejilla pongamos la otra sin desprecio al que nos hiere; a deshacernos del abrigo, cuando alguien en atraco nos pida la capa o alforja de bienes que llevamos consigo
. A perdonar para ser redimidos del resentimiento o rencor; como también,  ser perdonados. En estos señalamientos, conocemos la psicología del Maestro Jesús para este tiempo que ahora nos toca vivir, con abusos, extravagancias en los sentimientos e injusticia en la administración de las leyes.
Es necesario revestirnos de paciencia angelical; pero una paciencia consciente y elaborada en amor a Dios y al prójimo. Una paciencia más allá de la que anima a los sentidos para no devolver “ojo por ojo”; en virtud de que con una actitud así, nos esclavizamos bajo las ruedas que reciclan: “El tú me haces, yo te hagoÖ”. Es entender, por entonces, que existen leyes universales que son las que arbitran los actos de todos los productos, especies y hombres en la existencia-creación, y que, asumiendo como verdad este postulado o ley, debemos abdicar al instinto animal, y no recurrir por su misma naturaleza a dar respuestas salvajes al que inoperantemente nos somete a su dominio de maldad.
Por tanto, se insiste en desenvolvernos con el conocimiento de Dios y abandonarnos a su control y guía en todos nuestros asuntos; a desarrollar el amor que vive en latencia en nuestro interior y se manifiesta como sentimiento puro; como también, emanciparnos del odio e ira del que antagoniza con desamor a Cristo inmanente en cada corazón y vida.
Digamos con amor y paciencia al mundo, a los hombres “La Paz sea con vosotrosÖ”. Vamos en obediencia a Dios y su Voluntad Divina a unificar la esencia que nos nutre y se manifiesta como la Unicidad en la diversidad. Seamos por siempre felices viviendo a buen resguardo de los valores, que, como, principios de ética y moralidad, son baluarte en una sociedad sana.
Es imprescindible, por tanto, que el hombre desarrolle la capacidad conceptual  y disciplinada conducta para que este mundo se encamine y se norme con propiedad justa, en los nuevos sistemas a accionarse oportunamente para cobijar a la conciencia autorrealizada en  Dios; pudiendo con ello exhibir el amor desarrollado como  el más grande paradigma universal de conquista del Ser. lucesparaelalma.blogspot.com.

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